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viernes, 27 de diciembre de 2013

¿Diseño sin diseñador?




Ya se han cumplido ciento cincuenta años desde que Charles Darwin presentó la selección natural como explicación de la complejidad y diversidad de la vida.
Sin embargo, tanto la teoría evolutiva de Darwin como sus variantes más modernas han sido cuestionadas en años recientes. Sus detractores opinan que la pasmosa precisión con que están construidos los organismos vivos prueba que fueron diseñados con alguna finalidad. Algunos de estos críticos son científicos prestigiosos que niegan que la evolución bastara para dar origen a todas las especies de la Tierra.
En ocasiones ofrecen como alternativa la teoría del diseño inteligente, que afirma que la naturaleza ha sido diseñada, y presentan como respaldo de esta teoría argumentos fundados en la biología, las matemáticas o, simplemente, en el sentido común. Los defensores de esta hipótesis promueven, además, su inclusión en los planes de estudio de las escuelas. Si bien es cierto que es en Estados Unidos donde se pelean con mayor crudeza estas “guerras de la evolución”, se observan fenómenos semejantes en Inglaterra, los Países Bajos, Pakistán, Serbia y Turquía.
La sorprendente omisión
Pero en la estudiada exposición del diseño inteligente no se habla para nada del diseñador. Esta omisión resulta cuando menos sorprendente, pues ¿es lógico hablar de diseño sin diseñador? Lo cierto es que los partidarios de esta teoría “no afirman explícitamente qué persona o qué cosa podría ser el diseñador”, señaló The New York Times Magazine. Según la redactora Claudia Wallis, “tienen mucho cuidado de no introducir a Dios en la discusión”. Igualmente, la revista Newsweek subrayó que “no se pronuncian sobre la existencia e identidad del diseñador”.
Ahora bien, es obvio que la cuestión del diseñador es ineludible. En efecto, no es posible ofrecer una explicación completa sobre el diseño del universo y los seres vivos si se oculta la existencia e identidad del diseñador o incluso se deja completamente de lado.
Hasta cierto punto, el debate sobre si debe admitirse la posibilidad de que haya un diseñador gira en torno a las siguientes preguntas: ¿Se estancaría el progreso científico e intelectual si se aceptara la existencia de un diseñador sobrehumano? ¿Es la figura del diseñador inteligente tan solo un recurso muy cómodo para cuando no se encuentra ninguna explicación? ¿De verdad es lógico inferir del diseño la existencia de un diseñador? En las siguientes lineas tocaremos estas y otras preguntas sobre el tema.
Charles Darwin presentó la selección natural como explicación de la complejidad de la vida.

Admiremos el diseño, conozcamos al Diseñador
SEGURAMENTE hemos oído hablar del genial pintor y escultor italiano Miguel Ángel. Quizá no hayamos visto en persona sus obras maestras, pero es muy probable que coincidamos con el célebre historiador del arte que lo llamó “maravilloso y singular artista”. No puede negarse que estaba dotado de un gran talento. Pues bien, ¿quién se atrevería a admirar sus creaciones sin darle el debido reconocimiento como figura excepcional?
Ahora, fijémonos en el mundo que nos rodea y pensemos por un momento en la sorprendente complejidad y diversidad de la vida. El diario The New York Times reprodujo este pertinente comentario de un catedrático de Bioquímica: “Las huellas físicas del diseño son visibles en diferentes aspectos de la biología [...]. La vida nos abruma con ejemplos de diseño”. Nuevamente, preguntémonos: ¿sería una muestra de honradez intelectual admirar el diseño sin dar reconocimiento al diseñador?
El apóstol Pablo, fino observador de la realidad, habló de personas que estaban “honrando y sirviendo a las criaturas antes que al Creador” (Romanos 1:25, Reina-Valera, 1979). Hoy, mucha gente pasa por alto, consciente o inconscientemente, el hecho de que el diseño es una clara indicación de que existe un diseñador. Sin duda, se han visto influidos por la ampliamente difundida teoría de la evolución. Pero ¿satisface esta teoría los más rigurosos criterios científicos? A este respecto, es de interés la siguiente conclusión: “Hay que calificar de ideología, y no de ciencia, a todo sistema de ideas que niegue o desestime las apabullantes muestras de diseño en la biología” (Christoph Schönborn, arzobispo católico de Viena, según se cita en The New York Times).
¿Quedaría la ciencia condenada a su extinción?
No obstante, muchos opinan que si se aceptara como un hecho demostrado la existencia de un Creador, “se ahogaría el progreso de la ciencia”. Haciéndose eco de dichos temores, un artículo de la revista New Scientist llegó a afirmar que “la ciencia, entendida como búsqueda sin límites, llegaría a su fin, pues chocaría contra una barrera infranqueable que dice: ‘obra del diseñador’”. ¿Están bien fundados tales miedos? De ningún modo. De hecho, la aceptación de la existencia de un Creador no ahoga la ciencia, sino todo lo contrario. ¿Por qué decimos eso?
Decir que el universo y la vida surgieron por azar ciego y que luego los organismos evolucionaron sería en realidad renunciar a todo intento de encontrar una explicación significativa. Sin embargo, aceptar que hay un Creador inteligente detrás de todo cuanto nos rodea podría ser un incentivo para estudiar cómo se manifiesta su inteligencia en el cosmos. Pensemos en un ejemplo: saber que la Mona Lisa es obra de Leonardo da Vinci no ha disuadido a los historiadores de investigar las técnicas y materiales utilizados en el cuadro. Igualmente, aceptar que existe un Diseñador no tiene por qué desalentarnos de analizar los detalles y la complejidad de sus diseños y creaciones.
La Biblia es un libro que, lejos de reprimir la investigación, nos anima a buscar las respuestas a nuestras preguntas, sean de índole científica o espiritual. En la antigüedad, el rey David reflexionó sobre la prodigiosa constitución de su organismo y llegó a la siguiente conclusión: “De manera que inspira temor estoy maravillosamente hecho. Tus obras son maravillosas, como muy bien percibe mi alma” (Salmo 139:14). Lo que es más, la Biblia nos muestra al Creador preguntándole al patriarca Job: “¿Has considerado inteligentemente los anchos espacios de la tierra?” (Job 38:18). En esas palabras no vemos el menor indicio de que el Gran Diseñador anule el espíritu inquisitivo o la investigación. Por el contrario, él nos invita a estudiar su obra. Pensemos también en Isaías 40:26, donde se nos exhorta a conocer mejor al Formador del universo: “Levanten los ojos a lo alto y vean. ¿Quién ha creado estas cosas?”. En ese mismo versículo, el profeta destaca luego el hecho de que el universo se produjo gracias a una fuente de poder y energía dinámica, un hecho que está de acuerdo con la famosa fórmula de Einstein E=mc2 (la energía es igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado).
Claro, no siempre conseguimos respuestas inmediatas a las preguntas referentes a la creación. Y esto es así, en parte, porque nuestras capacidades intelectuales son limitadas y nuestra comprensión del mundo en que vivimos es incompleta. Alguien muy consciente de esta realidad fue Job, quien reflexionó sobre maravillas como el que nuestro planeta se encuentre suspendido en el vacío y el que las nubes de lluvia pendan sobre la tierra (Job 26:7-9). Al tiempo que alabó al Creador por tales maravillas, reconoció que no eran más que “los bordes” de sus obras (Job 26:14). Sin duda, a Job le hubiera gustado conocer mejor el mundo natural. Otro que también admitió sus limitaciones fue David:
“Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí. Tan alto es, que yo no puedo alcanzarlo” (Salmo 139:6).
Como hemos visto, aceptar la existencia del Creador no estorba el progreso científico. La búsqueda del conocimiento, tanto en el orden natural como en el espiritual, no está limitada por nada, ni siquiera por el paso del tiempo, pues se extenderá por toda la eternidad. Un antiguo rey, famoso por su sabiduría, reconoció humildemente que el Creador “puso en el corazón de [los seres humanos] la idea de la eternidad, sin que pueda el hombre desentrañar la obra que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin” (Eclesiastés 3:11, Katznelson).

¿“Dios tapaagujeros”?
Al oír hablar de Dios, algunas personas replican que es un “remedio muy cómodo” que se introduce arbitrariamente siempre que no se encuentra una explicación científica demostrable. Dicho de otro modo, afirman que el Gran Diseñador se convierte en el “Dios tapaagujeros”, un recurso perfecto para cuando no se logra dar con la solución. Ahora bien, ¿cuáles son los “agujeros” a los que se refieren tales críticos? ¿Pequeños huecos en el conocimiento científico? No. Son auténticos abismos que restan credibilidad a las teorías darwinianas. En efecto, la teoría de la evolución no ha logrado salvar algunas fosas enormes en determinados campos de la biología. En realidad, los evolucionistas, con sus afirmaciones no demostradas, han convertido la teoría darwiniana en su propio “Dios tapaagujeros”.
Jehová, el Creador del que habla la Biblia, no es ningún “Dios tapaagujeros”. Al contrario, él ha intervenido en todos los aspectos, fases y detalles de la creación.

[La diversidad y adaptabilidad denotan un diseño ingenioso y variado.]
El salmista destacó que no hay nada que no sea obra suya: “Sólo en Ti está la fuente de la vida, sólo en tu luz podemos ver la luz” (Salmo 36:9, Los Salmos y los Proverbios en verso castellano). Bien se dice que él “hizo el cielo y la tierra y el mar y todas las cosas que hay en ellos” (Hechos 4:24; 14:15; 17:24). Y con toda justicia señala un maestro del siglo I que Dios “creó todas las cosas” (Efesios 3:9).
Además, Dios dictó “los estatutos de los cielos”, las leyes físicas que rigen la materia y la energía, y que hasta el día de hoy son objeto de estudio por parte de los científicos (Job 38:33). En efecto, Jehová ha empleado un diseño global que persigue un mismo objetivo: la existencia de una Tierra poblada por una enorme variedad de seres vivos.
El diseño y el sentido común
Por último, no debe eludirse la cuestión del sentido común. Con referencia a la validez general de determinadas teorías, el divulgador científico John Horgan señaló: “Si las pruebas son dudosas, no deberíamos tener ningún reparo en recurrir al sentido común”.
Pues bien, ¿de verdad tiene sentido afirmar que la vida surgió por casualidad, por la interacción de fuerzas ciegas? A pesar de lo aceptada que está la teoría de la evolución, muchas personas reflexivas, entre ellas científicos, están convencidas de que existe un Creador sabio. Según indica el catedrático antes citado, los ciudadanos de a pie, “en su inmensa mayoría, tienen la sensatez de creer que la vida fue diseñada”. ¿Por qué? Porque concuerdan con esta afirmación del apóstol Pablo: “Toda casa es construida por alguien” (Hebreos 3:4). Y, acto seguido, el apóstol extrae la siguiente conclusión: “El que ha construido todas las cosas es Dios”. De acuerdo con este razonamiento bíblico, no tiene sentido admitir que una casa exige alguien que la diseñe y construya, y al mismo tiempo asegurar que la compleja célula surgió por accidente.
La Biblia hace una observación sobre quienes rechazan la existencia del Diseñador y Creador: “El insensato ha dicho en su corazón: ‘No hay un Creador’” (Salmo 14:1). Con estas palabras, el salmista critica a quienes hasta la fecha siguen sin convencerse, tal vez debido a que se guían por opiniones personales más que por datos objetivos. Por otro lado, la persona sabia reconoce humildemente la existencia del Creador (Isaías 45:18).
En efecto, después de analizar cuidadosamente el asunto, muchas personas llegan a la conclusión de que los hechos indican de forma contundente que existe un Diseñador Supremo.
Podemos conocer al Diseñador

Ahora bien, si somos fruto del diseño, ¿para qué estamos diseñados? ¿Qué sentido tiene nuestra vida? La ciencia, por sí sola, es incapaz de dar una respuesta satisfactoria a estas preguntas. Y se trata de cuestiones trascendentales que merecen una explicación lógica y convincente. Para resolverlas no hay nada mejor que acudir a la Biblia. Las Santas Escrituras no solo indican que Jehová es el Creador, sino que él siempre actúa movido por un propósito, por una razón justificada. También revelan con qué finalidad nos hizo a los seres humanos, y nos brindan un futuro y una esperanza.
Pero ¿quién es el Creador? ¿Qué clase de Dios es? Se le invita al lector a conocer a nuestro Magistral Diseñador como una persona real. Usted puede aprender mucho sobre su nombre, sus cualidades distintivas y sus relaciones con el ser humano. En las páginas de su Palabra, la Biblia, verá que no debemos contentarnos con admirar sus soberbios diseños, sino que también hemos de glorificarlo como Diseñador (Salmo 86:12; Revelación [Apocalipsis] 4:11).


 [Razonando]

La creencia en un Diseñador es compatible con los hechos científicos.

La diversidad y la adaptabilidad denotan un diseño ingenioso y variado.

El diseño exige un diseñador.