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miércoles, 27 de junio de 2012

REDIL



REDIL
Juan 10:16 ”Y tengo otras ovejas, que no son de este redil; a esas también tengo que traer, y escucharán mi voz, y llegarán a ser un solo rebaño, un solo pastor.
A la luz de estas palabras de Jesús es evidente que el “redil” al que hace alusión son personas escogidas por él mismo en su tiempo, personas que pertenecían al reino de Israel, como por ejemplo los apóstoles, los cuales entran en un pacto con él para un reino como vemos a continuación, Nuevo pacto. En el siglo VII a. E.C., IEVE profetizó mediante el profeta Jeremías que habría un nuevo pacto, y dijo que no sería como el pacto de la Ley, que Israel había quebrantado. (Jer 31:31-34.) La noche antes de morir, el 14 de Nisán del año 33 E.C., cuando Jesucristo instituyó la celebración de la Cena del Señor, anunció el nuevo pacto, que sería validado por su sacrificio. (Lu 22:20.) El día quincuagésimo desde su resurrección, diez días después de ascender a su Padre, derramó sobre sus discípulos reunidos en un aposento superior de Jerusalén el espíritu santo que había recibido de IEVE. (Hch 2:1-4, 17, 33; 2Co 3:6, 8, 9; Heb 2:3, 4.)
Las partes del nuevo pacto son, por una parte, IEVE, y, por otra, el “Israel de Dios”, es decir, los ungidos por espíritu en unión con Cristo, que forman figuradamente su congregación o cuerpo. (Heb 8:10; 12:22-24; Gál 6:15, 16; 3:26-28; Ro 2:28, 29.) El nuevo pacto se pone en vigor mediante la sangre derramada de Jesucristo, el sacrificio de su vida humana, cuyo valor presentó ante IEVE después de ascender al cielo. (Mt 26:28.) Cuando Dios escoge a una persona para la llamada celestial (Heb 3:1), lo introduce en su pacto sobre la base del sacrificio de Cristo. (Sl 50:5; Heb 9:14, 15, 26.) Jesucristo es el mediador del nuevo pacto (Heb 8:6; 9:15) y el principal de la descendencia de Abrahán. (Gál 3:16.) Como Jesús es el mediador del nuevo pacto, ayuda a los que se encuentran en dicho pacto a convertirse en parte de la verdadera descendencia de Abrahán (Heb 2:16; Gál 3:29) al serles perdonados sus pecados. IEVE los declara justos. (Ro 5:1, 2; 8:33; Heb 10:16, 17.)
Estos hermanos de Cristo, ungidos y engendrados por espíritu, llegan a ser sacerdotes bajo el Sumo Sacerdote, y constituyen “un sacerdocio real” una parte selecta del  “REDIL”. (1Pe 2:9; Rev 5:9, 10; 20:6.) Efectúan un trabajo sacerdotal, un “servicio público” (Flp 2:17), y se les llama “ministros de un nuevo pacto”. (2Co 3:6.) Estos llamados siguieron los pasos de Cristo con sumo cuidado y atención, fielmente, hasta que terminaron sus vidas en la muerte. Luego IEVE los constituirá un reino de sacerdotes, haciéndolos partícipes de la naturaleza divina, y los recompensará con inmortalidad e incorrupción como coherederos en los cielos con Cristo. (1Pe 2:21; Ro 6:3, 4; 1Co 15:53; 1Pe 1:4; 2Pe 1:4.) El propósito del pacto es sacar un pueblo para el nombre de IEVE como parte de la “descendencia” de Abrahán. (Hch 15:14.) Este pueblo forma la “novia” de Cristo, el cuerpo de personas a las que introduce en un pacto para el Reino con el fin de que reinen con él. (Jn 3:29; 2Co 11:2; Rev 21:9; Lu 22:29; Rev 1:4-6; 5:9, 10; 20:6.) El propósito del nuevo pacto exige que éste continúe en vigor hasta que todos los del “Israel de Dios” sean resucitados a inmortalidad en los cielos.

Pacto de Jesús con sus seguidores. En la noche del 14 de Nisán de 33 E.C., después de celebrar la Cena del Señor, Jesús hizo este pacto con sus once apóstoles fieles y les prometió que se sentarían sobre tronos. (Lu 22:28-30;
 (Lucas 22:29) y yo hago un pacto con ustedes, así como mi Padre ha hecho un pacto conmigo, para un reino,

Compárese con 2Ti 2:12.) Posteriormente mostró que esta promesa se extendería a todos los ‘vencedores’ ungidos por espíritu. (Rev 3:21; véase también Rev 1:4-6; 5:9, 10; 20:6.) En el día del Pentecostés inauguró este pacto con ellos ungiendo con espíritu santo a aquellos discípulos presentes en el aposento de arriba en Jerusalén. (Hch 2:1-4, 33.) Aquellos que se adhiriesen a él a través de pruebas y sufriesen su misma clase de muerte (Flp 3:10; Col 1:24), reinarían con él y compartirían su gobernación real. Este pacto entre Jesucristo y sus reyes asociados está en vigor eternamente. (Rev 22:5.) Las siguientes declaraciones nos confirman este hecho.
(Lucas 12:32) ”No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino.
(Juan 10:1) “Muy verdaderamente les digo: El que no entra en el aprisco de las ovejas por la puerta, sino que trepa por otra parte, ese es ladrón y saqueador.
 (Daniel 7:27) ”’Y el reino y la gobernación y la grandeza de los reinos bajo todos los cielos fueron dados al pueblo que son los santos del Supremo. Su reino es un reino de duración indefinida, y todas las gobernaciones servirán y obedecerán aun a ellos’.
 (Hebreos 12:28) Por eso, puesto que hemos de recibir un reino que no puede ser sacudido, continuemos teniendo bondad inmerecida, por la cual podamos rendir a Dios servicio sagrado de manera acepta, con temor piadoso y reverencia.
(Santiago 2:5) Escuchen, mis amados hermanos. Dios escogió a los que son pobres respecto al mundo para que sean ricos en fe y herederos del reino, que él prometió a los que lo aman, ¿no es verdad?
(Revelación 1:6) —E hizo que fuéramos un reino, sacerdotes para su Dios y Padre—, sí, a él sea la gloria y la potencia para siempre. Amén.

Mateo 7:15Guárdense de los falsos profetas que vienen a ustedes en ropa de oveja, pero por dentro son lobos voraces.
Una vez establecido e identificado a esta parte selecta del “REDIL” analicemos e identifiquemos “las otras ovejas”
 ¿Qué evidencia hay de que los que se mencionan en Juan 10:16 como “otras ovejas” son personas que vivirán en la Tierra, en la nueva tierra de Dios?
La identidad de las “otras ovejas” se puede determinar al considerar el contexto a la luz de otros textos.
Jesucristo dijo: “Yo soy el pastor excelente, y conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí, así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y yo entrego mi alma a favor de las ovejas. Y tengo otras ovejas, que no son de este redil; a ésas también tengo que traer, y escucharán mi voz, y llegarán a ser un solo rebaño, un solo pastor.”—Juan 10:14-16.
Estas palabras revelan que Jesús considera como sus “ovejas” solo a los que conocen su voz, es decir, que reconocen su autoridad sobre ellos como su pastor  (No a algún humano que se identifiquen ellos mismos como pastor,  ó una Organización religiosa). Esto aclara que el redil de “ovejas” que Jesús contrastó con las “otras ovejas” no pudo haber sido la nación de Israel, pues solo un resto pequeño de esa nación reconoció a Jesucristo como su pastor. ¿Quiénes, entonces, fueron las “ovejas” del redil que formaría “un solo rebaño” con las “otras ovejas”? ¿Serían las “otras ovejas” los gentiles que, con el tiempo, fueron aceptados como cristianos ungidos?
Allá en el tiempo del ministerio terrestre de Jesús, todos los que lo aceptaban como su pastor vinieron a estar en línea para ser miembros en el reino celestial. Jesús dijo a sus discípulos: “No teman, rebaño pequeño, porque Su Padre ha aprobado darles el reino.” (Luc. 12:32) En otras ocasiones Jesucristo se refirió a este “rebaño pequeño” de discípulos como sus “hermanos.” (Mat. 12:49; Mar. 3:34; Luc. 8:21; Juan 20:17) Es evidente que en aquel tiempo este rebaño era pequeño pero con el tiempo, Dios aceptó a gentiles, los ungió con su espíritu santo y los llamó a la vida celestial, también fueron “coherederos con Cristo,” sus “hermanos.” (Gál. 3:27-29; Rom. 8:17) Lógicamente, entonces, las “otras ovejas” serían personas admitidas en el REDIL de sus “hermanos” siendo traídas a asociación estrecha con ellos.
Las palabras de Jesucristo respecto de su venida futura en gloria del Reino confirman esto. Leemos:
“Cuando el Hijo del hombre llegue en su gloria, y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre su glorioso trono. Y todas las naciones serán juntadas delante de él, y separará a la gente unos de otros, así como el pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha, pero las cabras a su izquierda.
“Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, ustedes que han sido bendecidos por mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo. Porque me dio hambre y ustedes me dieron de comer; me dio sed y me dieron de beber. Fui extraño y me recibieron hospitalariamente; desnudo estuve, y me vistieron. Enfermé y me cuidaron. Estuve en prisión y vinieron a mí.’ Entonces los justos le contestarán con las palabras: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos extraño y te recibimos hospitalariamente, o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo, o en prisión, y fuimos a ti?’ Y en respuesta el rey les dirá: ‘En verdad les digo: Al grado que lo hicieron a uno de los más pequeños de estos mis hermanos, a mí me lo hicieron.’”—Mat. 25:31-40.
Se revela que las “ovejas” que se mencionan aquí son los miembros de las “otras ovejas” de Cristo, que lo reconocen como su “Señor” o pastor. Puesto que ambos grupos son sumisos a él, ambos forman un solo rebaño. Las ovejas que se mencionan aquí cooperan plenamente con los seleccionados para gobernar con Cristo, apoyándolos activamente. Pero, ¿cómo difieren de ellos mismos?
Lo que el Rey Jesucristo les dijo nos ayuda a entender que se trata de dos servicios distintos. Sus palabras a las “otras ovejas” fueron: “Hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo.” (Mat. 25:34) Eso es diferente de lo que se dice de los “hermanos” de Cristo. La calidad de miembro para el reino celestial que estos “hermanos” habrían de heredar se preconoció antes de la “fundación del mundo,” es decir, antes que el mundo de la humanidad viniera a existir por medio del nacimiento de hijos a la primera pareja humana, Adán y Eva. El apóstol Pablo, escribiendo a compañeros cristianos, declara: “[Dios] nos escogió en unión con [Cristo] antes de la fundación del mundo.”—Efe. 1:4, 5.
La diferencia en el elemento tiempo respecto de la preordinación del galardón definitivamente indica dos destinos diferentes. Concerniente a la herencia de los “hermanos” de Jesús, el apóstol Pedro escribió: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque según su gran misericordia nos dio un nuevo nacimiento a una esperanza viva mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, a una herencia incorruptible e incontaminada e inmarcesible. Está reservada en los cielos para ustedes.” (1 Ped. 1:3, 4) Esa herencia celestial envuelve gobernación, pues Revelación 5:10 dice: ‘Cristo los hizo que fuesen un reino y sacerdotes para nuestro Dios, y han de gobernar como reyes sobre la tierra.’
Pero ¿sobre quiénes gobernarán los “hermanos” de Cristo? Sobre la humanidad en la Tierra, los que heredan la Tierra y desempeñan su asignación allí. Esto está en armonía con Revelación 21:3, 4.
Evidentemente las “otras ovejas” están en línea para las bendiciones de una Tierra libre de dolor y muerte. Ese será su galardón bajo la gobernación de Jesucristo y sus coherederos. Es por esta razón que se habla de ellos como ‘heredando el reino preparado para ellos desde la fundación del mundo.’ La palabra griega original para reino no solo significa un gobierno sino que también puede referirse a “reinado” o “ser gobernado por un reino.” Por lo tanto, las “otras ovejas” heredan la condición de ser gobernadas por el Rey Jesucristo y sus reyes asociados, Tan pronto como empezaron a nacerles a Adán y Eva hijos que tendrían la oportunidad de venir a estar bajo el gobierno del Reino, entró en vigor la promesa de Dios respecto de tal gobernación. En este sentido, el “reino,” es decir, la condición de ser gobernado por el reino, fue preparada para la humanidad “desde la fundación del mundo.”
El testimonio de la Biblia en conjunto señala así a las “otras ovejas” como personas que conseguirán vida sobre la Tierra bajo la gobernación del reino de Dios por Cristo, sean de la “grande muchedumbre” de los sobrevivientes de la “Gran tribulación” o de los muertos de la humanidad resucitados.—Hech. 24:15.
En la siguiente cita se nos vuelve a demostrar la responsabilidad de cada grupo unos seleccionados para ejercer su trabajo en los cielos y otros para heredar la Tierra y transformarla en un parque.
Después de esto vi a cuatro ángeles de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, reteniendo los cuatro vientos de la tierra, para que no soplara viento alguno sobre la tierra ni sobre el mar ni sobre ningún árbol. 2 Y vi a otro ángel que ascendía del nacimiento del sol, teniendo un sello de[l] Dios vivo; y clamó con voz fuerte a los cuatro ángeles a quienes estaba concedido hacer daño a la tierra y al mar, 3 y dijo: “No hagan daño a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta después que hayamos sellado en la frente a los esclavos de nuestro Dios”.
4 Y oí el número de los que fueron sellados, ciento cuarenta y cuatro mil, sellados de toda tribu de los hijos de Israel:
5 De la tribu de Judá, doce mil sellados;
de la tribu de Rubén, doce mil;
de la tribu de Gad, doce mil;
6 de la tribu de Aser, doce mil;
de la tribu de Neftalí, doce mil;
de la tribu de Manasés, doce mil;
7 de la tribu de Simeón, doce mil;
de la tribu de Leví, doce mil;
de la tribu de Isacar, doce mil;
8 de la tribu de Zabulón, doce mil;
de la tribu de José, doce mil;
de la tribu de Benjamín, doce mil sellados.
9 Después de estas cosas vi, y, ¡miren!, una gran muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos de largas ropas blancas; y había ramas de palmera en sus manos. 10 Y siguen clamando con voz fuerte, y dicen: “La salvación [se la debemos] a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero”.
11 Y todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono y de los ancianos y de las cuatro criaturas vivientes, y cayeron sobre sus rostros delante del trono y adoraron a Dios, 12 y dijeron: “¡Amén! La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fuerza [sean] a nuestro Dios para siempre jamás. Amén”.
13 Y, en respuesta, uno de los ancianos me dijo: “Estos que están vestidos de la larga ropa blanca, ¿quiénes son, y de dónde vinieron?”. 14 De modo que le dije inmediatamente: “Señor mío, tú eres el que sabe”. Y me dijo: “Estos son los que salen de la gran tribulación, y han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. 15 Por eso están delante del trono de Dios; y le están rindiendo servicio sagrado día y noche en su templo; y El que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos. 16 Ya no tendrán hambre ni tendrán más sed, ni los batirá el sol ni ningún calor abrasador, 17 porque el Cordero, que está en medio del trono, los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida. Y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos”.
Podemos observar definitivamente que dentro del mismo redil existen unas personas con una asignación y otros con otra.
Fran.

"UN RESTO"


UN RESTO
Los que quedan de una familia, nación, tribu o clase; los supervivientes de una matanza, destrucción o acontecimiento histórico; los que permanecen fieles a Dios a pesar de proceder de una nación o grupo de personas que ha apostatado.
Noé y su familia fueron un resto del mundo de la humanidad de antes del Diluvio. El verbo scha·’ár, “permanecer”, se usa para referirse a ellos como los únicos que sobrevivieron. (Gé 7:23.) Posteriormente, José dijo a sus hermanos en Egipto: “Por consiguiente, Dios me envió delante de ustedes a fin de colocarles un resto [es decir, sobrevivientes para conservar la posteridad y el linaje familiar; compárese con 2Sa 14:7] en la tierra y para mantenerlos vivos mediante un gran escape”. (Gé 45:4, 7, nota.)
Un resto de Israel regresa del exilio. La mayoría de las veces que se menciona un resto en la Biblia es con referencia al pueblo de Dios. IEVE advirtió a Israel por medio de Sus profetas que los castigaría por su desobediencia; pero también los consoló prediciendo que se conservaría a un resto que regresaría a Jerusalén, reedificaría la ciudad, prosperaría y daría fruto. (Isa 1:9; 11:11, 16; 37:31, 32; Jer 23:3; 31:7-9.)
Después que el rey Nabucodonosor de Babilonia se llevó cautivos en el año 617 a. E.C., entre ellos al rey Joaquín de Judá, IEVE dio una visión al profeta Jeremías. En ella los higos buenos representaban a los exiliados de Judá que habían sido llevados a Babilonia y a quienes IEVE con el tiempo devolvería a su tierra. Los higos malos representaban al rey Sedequías, sus príncipes y otros como ellos a quienes no se exilió (en realidad, la mayor parte de los habitantes de Jerusalén y Judá), así como a los que vivían en Egipto. En el año 586 a. E.C., casi todos los residentes de Judá murieron o fueron llevados al exilio como consecuencia de que Nabucodonosor destruyera Jerusalén. Los que vivían en Egipto —entre ellos los que huyeron allí después del año 586 a. E.C.— sufrieron más adelante los efectos de la incursión militar de Nabucodonosor en aquella tierra. (Jer 24:1-10; 44:14; 46:13-17; Lam 1:1-6.)
IEVE prometió al resto fiel —aquellos que se habían arrepentido de los pecados por los que Él permitió que se les exiliara— que los reuniría como un rebaño en un aprisco. (Miq 2:12.) Esto ocurrió en el año 537 a. E.C., cuando regresó un resto de judíos encabezado por Zorobabel. (Esd 2:1, 2.) Aunque habían estado “cojeando”, IEVE los reunió. Es cierto que estaban bajo la dominación persa, pero como tenían sobre ellos al gobernador Zorobabel y se había restablecido la adoración verdadera en el templo, Dios volvía a ser su verdadero rey. (Miq 4:6, 7.) Serían como “rocío de IEVE” que trae frescor y prosperidad. Además, tendrían el valor y la fortaleza del “león entre las bestias de un bosque”. (Miq 5:7-9.) Parece que esta última profecía tuvo un cumplimiento durante el período macabeo, y resultó en la permanencia de los judíos en su país y la conservación del templo hasta la venida del Mesías.
El nombre de Sear-jasub, hijo del profeta Isaías, contenía el sustantivo sche’ár (verbo, scha·’ár), y significaba: “Un Simple Resto (Los Que Queden) Volverá(n)”. Dicho nombre era una señal de que Jerusalén caería y sus habitantes irían al exilio, pero Dios tendría misericordia y haría que un resto regresase a la tierra. (Isa 7:3.)
No le quedó ningún resto a Babilonia. Aunque Dios se valió de Babilonia para castigar a su pueblo, esta se extralimitó y se ensañó con ellos, hasta el punto de querer mantenerlos en el exilio para siempre. Obró así porque era la principal defensora de la adoración falsa y odiaba a IEVE y su adoración. Por estas razones, Dios declaró: “Y ciertamente cortaré de Babilonia nombre y resto y descendencia y posteridad”. (Isa 14:22.) Finalmente, Babilonia quedó total y permanentemente desolada, sin ningún resto que regresara a reedificarla.
Un resto de Israel acepta a Cristo. Cuando Jesucristo se presentó a la nación de Israel, la mayoría de los judíos lo rechazaron. Solo algunos, un resto, mostraron fe y se hicieron seguidores suyos. El apóstol Pablo aplica ciertas profecías de Isaías (10:22, 23; 1:9) a este resto judío cuando escribe: “Además, Isaías clama respecto a Israel: ‘Aunque el número de los hijos de Israel sean como la arena del mar, es el resto lo que será salvo. Porque IEVE hará un ajuste de cuentas sobre la tierra, concluyéndolo y acortándolo’. También, así como Isaías había dicho en otro tiempo: ‘A menos que IEVE de los ejércitos nos hubiera dejado descendencia, habríamos llegado a ser justamente como Sodoma, y habríamos quedado justamente como Gomorra’”. (Ro 9:27-29.) Pablo utiliza también el ejemplo de los siete mil que quedaron en el tiempo de Elías que no se inclinaron ante Baal, y dice: “De esta manera, por lo tanto, también en la época presente (en su tiempo) ha llegado a haber un resto según una selección que se debe a bondad inmerecida”. (Ro 11:5.) Esto tuvo una aplicación en el primer siglo. ¿Pero y hoy?
El resto espiritual. En Apocalipsis =Revelación (Esta profecía tiene su proyección hacia el tiempo del fin) (cap. 12) Juan registró la visión que tuvo de una mujer que estaba en el cielo y de un dragón, y concluyó esa parte de la visión con las palabras: “Y el dragón se airó contra la mujer, y se fue para hacer guerra contra los restantes [loi·pṓn] de la descendencia de ella, los cuales observan los mandamientos de Dios y tienen la obra de dar testimonio de Jesús”. Estos “restantes” que tienen “la obra de dar testimonio de Jesús” son los últimos hermanos de Jesucristo que quedaran vivos en la Tierra después de que sea  arrojado a ella el Diablo y de que se anuncie: “Ahora han acontecido la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo”. El Diablo (el dragón) guerrea contra este resto de hermanos espirituales de Cristo por medio de las ‘bestias salvajes’ (instituciones y gobiernos) y de la “imagen de la bestia salvaje” descritos en el capítulo 13 de Revelación. Pero el resto saldrá victorioso, como revela el capítulo 14. Este resto puede estar compuesto tanto de algunos judíos naturales así como de los gentiles los cuales han sido liberados de Babilonia la grande. Los que permanecen fieles a Dios a pesar de proceder de una nación o grupo de personas que han apostatado.
Pero,
¿Estará este resto separado de las “otras ovejas”? En el próximo apunte examinaremos este asunto.
Fran.